Perlas genuinas

Una de las leyes universales es la Ley del fluir que nos dice que nada es estático, que todo fluye. Esta es una premisa básica. No debemos enquistar nuestros sentimientos ni nuestras posesiones más preciadas. Permitir que fluyan hará que vuelvan a nosotros multiplicadas. Fluir con la vida: permitir que sucedan las cosas hará que llegue lo que deseamos.

El cuento que comparto esta semana en la sección de cuentoadictos tiene que ver con ese soltar que tanto nos cuesta. Esto se refleja muy bien en la película “Come, reza, ama” (extracto de la película en el enlace) que decía más o menos lo mismo:  “Le quiero” “¡Vaya cosa! ¡Te has enamorado! ¿Y qué?” “Le echo mucho de menos” “Pues échale de menos. Mándale un poco de luz y amor cada vez que pienses en él y déjalo así. Si pudieras despejar todo ese espacio que ocupas en tu mente al obsesionarte por ese tío y por el fracaso de tu matrimonio tendrías un vacío con una puerta.  ¿Y sabes qué haría el universo al ver esa puerta? Colarse. Se colaría y te llenaría de más amor del que jamás hayas podido anhelar… Creo que algún día serás capaz de amar al mundo entero”.

A veces… perder el equilibiro por amor forma parte de una vida equilibrada.

El cuento se llama “Perlas genuinas”, es de autoría anónima pero puedes encontrarlo en la recopilación de cuentos que hizo Rosario Gómez: “Cuentos con alma” de la editorial Gaia Ediciones. Bajo mi punto de vista, literariamente es muy pobre, pero tiene un buen mensaje.

Espero que te emocione y que me escribas tus sensaciones, comentarios, desacuerdos… Te leo expectante.

PERLAS GENUINAS

Autor desconocido

coquille-de-coque-et-perles-17293614Jenny era una linda niña, de cinco años, de ojos relucientes. Un día, mientras ella con su mamá visitaban una tienda, Jenny vio un collar de perlas de plástico que costaba dos dólares y medio. ¡Cuánto deseaba poseerlo!

Preguntó a su mamá si se lo compraría; su mamá le dijo:

– Hagamos un trato: yo te compraré el collar y cuando lleguemos a casa haremos una lista de tareas que podrás realizar para pagar el collar. Y no te olvides que para tu cumpleaños es muy posible que tu abuelita te regale un billete de un dólar ¡enterito! ¿Está bien?

Jenny estuvo de acuerdo, y su mamá le compró el collar de perlas. Jenny trabajaba con tesón todos los días para cumplir con sus tareas y, tal como su mamá le mencionara, su abuelita le regaló un billete de un dólar para su cumpleaños.

En poco tiempo, Jenny canceló su deuda.

¡Jenny amaba sus perlas! Ella las llevaba puestas a todas partes: al kínder, a la cama y cuando salía con su mamá a hacer los mandados.

El único momento que no se las ponía era cuando se bañaba. ¡Su mamá le había dicho que las perlas, con el agua, le pintarían el cuello de verde!

Jenny tenía un padre que la quería muchísimo.

Cuando Jenny iba a su cama, él se levantaba de su sillón favorito para leerle su cuento preferido.

Una noche, cuanto terminó el cuento, le dijo:

– Jenny, ¿tú me quieres?

– ¡Oh sí, papá! Tú sabes que te quiero.

– Entonces, regálame tus perlas.

– ¡Oh, papá! No, mis perlas no –dijo Jenny-. Pero te doy a Rosita, mi muñeca favorita. ¿La recuerdas? Tú me la regalaste el año pasado para mi cumpleaños. Y te doy su ajuar también, ¿está bien, papá?

– ¡Oh no, hijita! Está bien, no importa –dándole un beso en la mejilla-, Buenas noches, pequeña.

Una semana después, nuevamente su papá le preguntó al terminar de leerle el cuento:

– Jenny, ¿tú me quieres?

– ¡Oh sí, papá! Tú sabes que te quiero.

– Entonces, regálame tus perlas.

– ¡Oh, papá! No, mis perlas no. Pero te doy a Lazos, mi caballo de juguete, ¿lo recuerdas? Es mi favorito, su pelo es tan suave que tú puedes jugar con él y hacerle trencitas. Tú puedes tenerlo si quieres, papá.

– ¡Oh no, hijita! Está bien, no importa –le dijo su papá, dándole nuevamente un beso en la mejilla-. Dios te bendiga; felices sueños.

Algunos días después, cuanto el papá de Jenny entró a su dormitorio para leerle un cuento, Jenny estaba sentada en su cama y le temblaban los labios.

– Toma papá –dijo, y estiró su mano. La abrió, y en su interior estaba su tan querido collar, el cual entregó a su padre. Con una mano él tomó las perlas de plástico y con la otra extrajo de su bolsillo una cajita de terciopelo azul. Dentro de la cajita había unas hermosas perlas genuinas. Él las había tenido todo este tiempo, esperando que Jenny renunciara a la baratija para poder darle la pieza de valor.

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