Avui estic d’estrena. Estreno aquesta categoria a la qual he anomenat

Conte-addictes

Perquè som molts i moltes els que hem quedat atrapats en aquest màgic món dels contes.

Atès que aquest mes d’abril realitzaré a Barcelona un taller sobre com utilitzar els contes per a acceptar la mort i altres pèrdues, he volgut començar aquesta secció amb un conte que, des que el vaig llegir, em va atrapar, em va estremir, em va deixar un sabor agredolç , em va impactar. Una de les coses més interessants que pot produir-te un conte és que t’alteri, et commogui, et provoqui una emoció, la que sigui. Tal com diu François Vallaeys, doctor en filosofia i narrador de contes populars:

Els contes no estan fets per dormir als nens, sinó per despertar als adults.

François Vallaeys

El conte escollit és Caront, de Lord Dunsany.

Lord Dunsany (1878-1957) era un dramaturg i novel·lista anglo-irlandès. Conegut pels seus contes fantàstics i de terror. El seu nom real era Edward John Moretos Arax Plunkett.

Espero i desitjo que el conte no us deixi indiferents, així que espero els vostres comentaris.

Caronte – Lord Dunsany

caronteCaronte se inclinó hacia delante y remó. Todas las cosas eran una con su cansancio.
Para él no era una cosa de años o de siglos, sino de ilimitados flujos de tiempo, y una antigua pesadez y un dolor en los brazos que se habían convertido en parte de un esquema creado por los dioses y en un pedazo de Eternidad.
Si los dioses le hubieran mandado siquiera un viento contrario, esto habría dividido todo el tiempo en su memoria en dos fragmentos iguales.
Tan grises resultaban siempre las cosas donde él estaba que si alguna luminosidad se demoraba entre los muertos, en el rostro de alguna reina como Cleopatra, sus ojos no podrían percibirla.
Era extraño que actualmente los muertos estuvieran llegando en tales cantidades. Llegaban de a miles cuando acostumbraban a llegar de a cincuenta. No era la obligación ni el deseo de Caronte considerar el porqué de estas cosas en su alma gris. Caronte se inclinaba hacia adelante y remaba.
Entonces nadie vino por un tiempo. No era usual que los dioses no mandaran a nadie desde la Tierra por aquel espacio de tiempo. Mas los Dioses saben.
Entonces un hombre llegó solo. Y una pequeña sombra se sentó estremeciéndose en una playa solitaria y el gran bote zarpó. Sólo un pasajero; los dioses saben. Y un Caronte grande y cansado remó y remó junto al pequeño, silencioso y tembloroso espíritu.
Y el sonido del río era como un poderoso suspiro lanzado por Aflicción, en el comienzo, entre sus hermanas, y que no pudo morir como los ecos del dolor humano que se apagan en las colinas terrestres, sino que era tan antiguo como el tiempo y el dolor en los brazos de Caronte.
Entonces, desde el gris y tranquilo río, el bote se materializó en la costa de Dis y la pequeña sombra, aún estremeciéndose, puso pie en tierra, y Caronte volteó el bote para dirigirse fatigosamente al mundo. Entonces la pequeña sombra habló, había sido un hombre.
-Soy el último -dijo.
Nunca nadie antes había hecho sonreír a Caronte, nunca nadie antes lo había hecho llorar.

Caront – Lord Dunsany