El mirall d’Adan

Des de ben petita em van educar en la cultura del “fer”. “Si vols obtenir alguna cosa, lluita per això”; “Res et vindrà regalat”. I altres frases d’aquest estil amb què potser molts van créixer. Des de fa alguns anys, davant la meva pregunta: “És que no sé què més fer?, em vénen recomanant “no has de fer res”. Res? Què és això? Com és això de no fer res?

Els contes clàssics estan plens d’aquestes recomanacions i jo els estudi, els analitzo, conec el seu significat i tot i així em costa molt això de no fer res… Si alguna vegada t’has sentit així et recomano el conte que aquesta setmana comparteixo en conte-addictes . És de Julio Peradejordi i el podràs trobar en el llibre Cuentos de reyes, magos, princesas y luciérnagas. De l’editorial Ediciones Obelisco, en la seva col·lecció books4pocket.

I com que les casualitats no existeixen, he trobat un altre pilar que sustenta aquesta teoria de “no fer res o deixar fer”, en el llibre que he llegit recentment: El doble ¿cómo funciona?, de Lucile y Jean-Pierre Garnier Malet.

Jean Pierre Garnier és un físic francès especialitzat en la mecànica de fluids, que va fer pública la seva teoria sobre el desdoblament de l’espai i del temps. En el llibre es planteja, entre altres coses, que amb una senzilla preparació i la deguda confiança, pots dormir bé i trobar, en despertar, solució a les teves preguntes, preocupacions i fins a fer possibles molts dels teus desitjos. Això de “consultar-ho amb el coixí” sembla ser que és oli en un llum. I és el que moltíssims contes clàssics ens animen a fer.

Potser aquest “no fer res” sigui “dormir bé i confiar que el somni et porti la solució”. I tu què opines? M’encantarà llegir els teus comentaris.

EL ESPEJO DE ADÁN

Julio Peradejordi

esperjo rotoCuenta una antigua leyenda que cuando Adán vivía en el paraíso tenía un espejo. Al amanecer y al anochecer miraba en él y veía las almas de sus hijos, de los hijos de sus hijos y de los hijos de los hijos de sus hijos hasta el final de los mundos. Estas almas estaban unidas y en paz, y el espejo brillaba con un fulgor que ninguna de las luces que ahora conocemos podría igualar. Era un espejo realmente mágico al que Adán podía preguntar cosas y siempre le contestaba con luz y sabiduría. Pero un día el viejo Adán pecó y su espejo se quebró en mil pedazos. ¡Qué digo en mil! ¡En diez mil! ¡En cien mil! ¡En infinitos pedazos! Y Adán tuvo que partir al exilio, y estaba muy triste porque se había quedado sin espejo. Pero todavía estaba más triste porque hasta ese día no comprendió que ese espejo era su propia alma.

Como le daba mucha pena que el espejo se quedara solo en el Paraíso. Adán lo recogió y se lo llevó con él en su destierro, pero no pudo reunir todos los trocitos que se habían roto porque algunos eran muy pequeños.

Al cabo de muchos años, una noche Adán tuvo un sueño en el que un ángel le decía:

– Está bien, Adán, te equivocaste; pero en este mundo todo tiene solución, salvo la muerte, quizá porque ella misma es una solución para los que saben utilizarla.

– Reconozco que me equivoqué –contestó tímidamente Adán-, pero ahora, ¿qué puedo hacer?

– ¡Nada, sobre todo nada! Simplemente has de dejar que cada noche las luciérnagas te traigan trocitos de cristal del espejo que quedaron en el Paraíso.

– ¿Y qué haré para que encajen?

– ¡Nada, sobre todo nada! Ellos mismos se reconocerán y se fundirán en un acto de amor, uno por uno, sin prisas pero sin dilación. En el fondo, tu espejo es como un puzle que se irá completando poco a poco, si tienes paciencia y humildad.

– ¡No sé si tendré la paciencia suficiente! Cuando sale el Sol y cuando se pone miro en mi espejo y ya no tiene la luz que tenía antes. Y, lo que es peor, ya no contesta a mis preguntas. ¿Qué tengo que hacer?

– ¡Nada, sobre todo nada! Ten fe y sigue consultándolo como si nada hubiera pasado. De hecho, cada vez que miras en él, miríadas de luciérnagas han repuesto innumerables pedacitos, aunque tú no seas capaz de verlo.

– ¡Pero a mí me gustaba mucho su luz! En el Paraíso me alimentaba de ella y ahora me veo obligado a comer cosas horribles.

– Si tienes paciencia, tu espejo se irá recomponiendo y cada día será un poquito más brillante, y si tienes humildad, algún día volverá a contestar a tus preguntas.

Cuentan que Adán fue humilde y paciente hasta que un día el espejo lo deslumbró de nuevo con su luz: había llegado el Mesías.

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No obstant això, us proposo un altre final, que a mi particularment m’agrada més:

abrazo

Es més poètic… 🙂

El paradís perdut